lunes, 7 de enero de 2013

Los 72 nombres de Dios,segunda parte

El tetragrámaton en alfabeto fenicio (1100 a. C. a 300), alfabeto arameo (siglo X a. C. a siglo I) y hebreo moderno.


Yahveh (en hebreo יהוה «YHWH») y sus variantes conjeturales Yahweh, Yahvé, Jah, Yavé, Iehová, Jehovah y Jehová, es el nombre propio utilizado en la Biblia para designar a la deidad suprema de las religiones judeocristianas (en adelante Dios). En su forma hebrea (sin que se sepa su pronunciación exacta) es, en el Antiguo Testamento, la frase que utiliza Dios para referirse a sí mismo, siendo su significado una descripción de su propia naturaleza.

El sentido de los nombres Yahveh (Y H V H ``El Tetragrámaton´´) ha sido interpretado de formas muy diversas y se discute su origen cultural. Aunque Elohim siempre dijo que sería llamado Yahveh en el Génesis. En el tiempo que el pueblo judío fue llevado en esclavitud a Babilonia estaba prohibido pronunciar su nombre, ya que era sagrado, así que fue creada esta interpretación. Al estar formado por cuatro consonantes hebreas —Y (iod), H (hei), V (vav) y H (hei)— se denomina también tetragrámaton (es decir, palabra compuesta de cuatro letras).
La combinación de esas cuatro letras (tetragrama) permitía evadir el problema de cómo leerlo correctamente. Pero la mayoría de los eruditos hacen notar que el verbo hebreo hayah no designa una mera existencia sino una presencia viva y activa, y que, por lo tanto, la frase significa:
"Yo Existiré por Mí Mismo" o "Yo Soy el que Existe por Sí Mismo".
(En tal caso, la divinidad que hizo la promesa respecto a la descendencia de Abraham es el Dios que es y que sigue siendo). La principal preocupación de esa frase era entonces demostrar que existe una continuidad en la actividad divina desde la época de los patriarcas a los acontecimientos registrados en Éxodo 3. [La afirmación del versículo 17 no es sino una reafirmación de la promesa hecha a Abraham]
El propio nombre de Yahveh puede, pues, afirmar la continuación de la actividad de Dios sobre los hombres en la lealtad a su promesa. De ahí que Jesús transmitía:
«Mi Padre sigue actuando [ergázetai] y yo sigo actuando [ergázomai]» (Juan 5:17).
La perfecta congruencia de esa idea culmina en el último libro de la Biblia: «Yo soy el que es y era y ha de venir» (Apocalipsis 1:8).
Yahveh (YHVH) o Jehová son las formas que la Biblia emplea como nombre propio de Dios en español (también aparece en la forma abreviada IAH, YAH, o JAH [español antiguo], especialmente en los salmos); se encuentra en el Antiguo Testamento unas 6.000 veces. Además de este nombre propio, en las escrituras se aplican distintos títulos y atributos para Dios; entre ellos están:
Adón (Señor); Adonay (mi Señor)
El (ver dios El [o Il])
Elyón
Eloah
Elohim (lit. 'dioses')
También se le nombra con sus atributos:
Yhvh-Tzva'ot (Yahveh [Jehová] de los ejércitos)
Yhvh-Shalom (Yahveh [Jehová] es mi paz)
Yhvh-Nisí (Yahveh [Jehová] es mi estandarte)





Según dice Exo 20:2 א "Yo soy יהוה YHVH tu Dios, quien los sacó de la tierra de Mitzrayim (Egipto), fuera de la casa de esclavitud." Aunque la mayoría de los hebraístas -y algunos eruditos judíos-, se han puesto de acuerdo en que la pronunciación más aceptada es YaHvéH, algunas congregaciones y otros estudiosos no aceptan dicha pronunciación porque alegan que no se conoce a ciencia cierta la pronunciación original, porque esta desapareció por un exceso de reverencia entre los judíos, que ordenaba no mencionar el nombre de Dios para evitar su empleo vano o profano. Siglos de desuso y por la peculiaridad del idioma hebreo antiguo, en cuyo alfabeto no existían vocales escritas, hicieron que la pronunciación exacta se perdiera. Las formas latinizadas más populares son Jehová (Iehova, en latín) y, más recientemente, Yahvé (Iahve, en latín).
La raíz hebrea יה (iud + hey: IáH) se considera una forma abreviada del "tetragrammaton". La palabra más antigua para alabarle en todos los idiomas es aleluyah (Hallelu-YaH: "alabad a YáH").
Ahora bien, sobre la forma latina "Jehová", se tiene que ésta siguió una concepción errónea: Desde el siglo VII d. C., el equipo de Naqdanim o punteadores (del texto Bíblico), fijaron las vocales escritas para el hebreo. Cuando lidiaron con el nombre de Dios sólo le asignaron las vocales según el contexto de las palabras usuales para Dios:
Elohim (vocales: jataf segol = e (shvá' original por ser 'alef letra gutural); jolam jaser = o y jiriq jaser = i)
Adonay (vocales: jataf patáj = a (shvá' original por ser 'alef letra gutural); jolam jaser = o y qamatz = a)
Hashem (vocales del arameo shemá'= Hashem "el nombre"): shvá' = e y qamatz = a. "Ha" es el artículo (el, la, los, las), y Shem "(re)nombre".
Algunos traductores usaron asimilaciones que no se ajustaban a la pronunciación tradicional del pueblo hebreo Así, por ejemplo, si aparecen juntos adonay y YHVH, a este último le corresponden las vocales de Elohim o por puro efecto artístico, las vocales de Hashem; tomemos por ejemplo el texto hebreo de Is. 61:1
א רוּחַ אֲדֹנָי יְהוִה עָלָי יַעַן מָשַׁח יְהוָה אֹתִי
rúaj 'Adonay 'elohim (escrito YeHoWiH) 'alay, ya'an mashaj Hashem (escrito YeHVaH) 'otí... "el espíritu de 'Adonay 'Elohim está sobre mí, porque Hashem me ungió"...
De modo que el traductor español antiguo creyó ver en la secuencias letra-vocal del Nombre Divino una real pronunciación, mas aquello era sólo una convención al momento de leer el Nombre. Como se puede ver, se concentró en la forma más abundante, YeHoVaH, y de ahí pasó como Jehovah, asunto lejano del original hebreo, pues es finalmente el resultado de las consonantes del nombre YHVH, con las vocales del título "mi Señor": 'adonay.


Acerca del significado del nombre, se trataría de una combinación de las formas de pasado (היה), presente (הוה) y futuro (יהיה) de la raíz del verbo ser, para indicar la eternidad de la existencia divina. Apocalipsis 1:8
Asimismo se trataría de la forma causativa del mismo verbo, significando ‘el que causa el ser’. Muchos otros nombres en árabe y hebreo responden a esa forma, lo que parece avalar esta hipótesis.
De acuerdo con otros eruditos, se trataría de la forma acusativa, estado imperfecto, del verbo hebreo hawáh (‘llegar a ser’, ‘existir’). Entonces Yahwéh significaría: ‘ÉL que HACE EXISTIR’. A pesar de todo, algunos han llegado a conjeturar que el nombre de Dios: YaHVéH, es una derivación del verbo hebreo "Yah" que se podría traducir en la parte donde se revela a Moisés como: "Yo Seré que Yo Seré", aunque aquí se plantean dudas, pues Moisés le consultó en tiempo presente, y esta respuesta dejaría un "vacío" en relación al tiempo. . Es por ello que la traducción más aceptada es la utilizada en la Versión de los LXX o Septuaginta: "Yo Soy el que Soy", aunque se le puede reducir a YO SOY, como expresa la misma Torá.
Yahveh (Yahweh) es uno de los nombres hebreos arcaicos, tales como Jacob, José, Israel, etc. (cf. Ewald, Lehrbuch der hebr. Sprache, 7.ª ed., 1863, p. 664), derivado del imperfecto de tercera persona, de modo que atribuye a una persona o cosa la acción de la cualidad expresada por el verbo después de la manera de un adjetivo verbal o un participio. Furst ha coleccionado la mayoría de estos nombres y llama a la forma participialis imperfectiva. Como el Nombre Divino es una forma imperfecta del arcaico verbo hebreo «ser», Yahveh significa ‘el que es’, aquel cuya nota característica consiste en ser, o simplemente ‘el existente’. Aquí somos confrontados con la cuestión, si Yahveh es el hiphil imperfecto o el qal imperfecto. Calmet y Le Clere creen que el Nombre Divino es una forma hiphil; por tanto significa, de acuerdo a Schrader (Die Keilinschriften und das alte Testament, 2.ª ed., p. 25), ‘aquel que trae a la existencia, el creador’, y de acuerdo a Lagarde (Psalterium Hieronymi 153), ‘aquel que causa la llegada’, ‘aquel que cumple sus promesas’, ‘el Dios de la providencia’


Al analizar la pronunciación, a causa del desuso de su forma oral, y de las características de la grafía hebrea (abyad), que emplea sólo las consonantes, es difícil indicar con exactitud cuál sería la pronunciación apropiada, por el desconocimiento de las vocales implicadas en ello.
Cuando alrededor del siglo VII se comenzaron a emplear signos adicionales para indicar las vocales en el texto bíblico (los llamados puntos masoréticos o nequdot), el nombre divino se conservó tal como estaba, sin vocal alguna, para respetar el mandamiento que prohíbe usarlo en vano. Debido a ello, y a las distintas reglas para transliterarla al alfabeto latino en distintos idiomas, existen múltiples versiones del nombre.





Las pronunciaciones Jehová y Yavé


Normalmente los hebraístas apoyan la forma "Yahveh" (la cual origina la variación Yavé), como la pronunciación más probable. Señalan que la abreviatura del nombre es IAH (Yah en la forma latinizada), como en el Salmo 89:8 y en la expresión Hallel-u-Iáh {¡Aleluya!} (que significa "¡Alabad a Yah!" en los Salmos 104:35; 150:1,6). También, las formas Yehóh, Yoh, Yah y Yá.hu, que se hallan en la grafía hebrea de los nombres Yehoshafat (trasliterado al español como Josafat), Yehú (trasliterado al español como Jehú), Yehoshuá' (trasliterado del hebreo al español como Josué y del griego al español como Jesús), Sefatyah (trasliterado al español como Sefatías) y otros, pueden sugerir el nombre divino Yahveh. Las transliteraciones griegas del nombre divino que hicieron los escritores cristianos, a saber, I.a.bé o I.a.ou.é (que en griego se pronunciaban de modo parecido a Yahveh), pueden indicar lo mismo. Sin embargo, no hay unanimidad entre los eruditos en cuanto a la pronunciación exacta; algunos prefieren incluso otras pronunciaciones como Yahuwa, Yahuah, Yahwuéh, JãHôH o Yehuah, aunque la W no es una letra existente en el hebreo. La forma primitiva de la W fue una VV (doble V) usada en el siglo VII por los primeros amanuenses anglosajones, para reemplazar la runa "Winn".
Ya que en la actualidad es imposible precisar la pronunciación exacta, y sea cual sea el verdadero origen, realmente no parece haber razones absolutas para que quienes utilicen la forma "Jehová", muy conocida en español, la abandonen por otras posibles pronunciaciones. Ya que en el "hipotético" caso de producirse este cambio, entonces, consecuentemente, podrían surgir modificaciones en la grafía y pronunciación de muchos otros nombres de las Escrituras: Jeremías tomándose directamente de Yirmeyah(u); Isaías, de Yeshaʿya.hu; y Jesús, bien de Yehoshuʿa (como en hebreo) o de Ie-sús (como en griego), sin perder de vista los conflictos que pudieran causar con las formas arraigadas gráfica y fonéticamente en español. Así, como el propósito de las palabras es el de transmitir ideas; en español, el nombre de Jehová que se aplica a Dios, actualmente transmite esta idea de manera tan aceptable como otras dentro de las comunidades religiosas que la utilizan.
Antiguamente, la escritura utilizada por los hebreos carecía de signos que representaran las vocales, por lo que sólo se escribían las consonantes. Es decir, la escritura sólo era con consonantes, pero su pronunciación era con la utilización de vocales, para las cuales no existían signos que permitieran ser escritas. Así, y conforme a la combinación que se hacía entre las consonantes, era la vocal que correspondía acompañar a cada una de ellas, según lo marcaba una antigua tradición.
Por ende, aquellos rabinos al intentar realizar la traducción utilizaron como base las vocales de la palabra ‘Aedonai’ (que significa Señor) trasladándolas al tetragrama YHWH. Para realizar tal operación, anularon todas las consonantes, incluida la ‘i’ (que también era considerada una consonante). Luego a la vocal ‘a’ la modificaron por la ‘e’, ya que la primera traía dificultades de pronunciación y significado (es decir, ‘Yaehová’), quedando entonces solo las vocales ‘e-o-a’. Al trasladar éstas al tetragrama YHWH quedó conformada la palabra ‘YeHoWa’. De ese acto arbitrario de traducción es que surgió la palabra Jehová.
Posteriormente, ese error fue repetido por los exégetas o intérpretes de las Sagradas Escrituras de los siglos XVI al XIX, dada la falta de un conocimiento mayor del idioma utilizado por los escritores sagrados.
Recordemos que recién a comienzos del s. XIX –a través de estudiosos como Champolión y otros- pudo ser descifrado el significado de los jeroglíficos egipcios, por lo que el conocimiento que hoy en día se ha alcanzado de los idiomas de la antigüedad y que permite corregir viejos errores, en aquellos siglos no existía

.En los antiguos textos hebreos sólo se escribían las consonantes, es decir, las vocales no figuraban. Cuando el lector llegaba a la palabra formada por el tetragrama "YHVH", y debido a una tradición judía no bíblica, no podía pronunciar "Yahveh", ni tampoco el híbrido "Yehowa", porque el nombre de Dios, según dicha tradición, era impronunciable. Sin embargo, para no ir contra esta norma, cuando el lector llegaba a "YHVH" pronunciaba "Adonay" (mi Señor).
Con el tiempo, cuando se adoptó el uso de escribir las vocales, y ya que los lectores antiguos omitían leer el tetragrama YHWH, remplazando su pronunciación con la palabra "Adonay", se combinaron las vocales de esta palabra ("a" débil, "o" y "a") sobre las consonantes de "YHVH", resultando una palabra híbrida, un nuevo escrito: "YeHoVaH" (hay que tener en cuenta que la "a" débil de "Adonay" no es soportable bajo la "yod" inical de "YHVH", convirtiéndose en "e" débil). Por tanto, según esta hipótesis respaldada por ciertos biblistas, la palabra "Yehovah" sería el tetragrama "YHVH" con las vocales de "Adonay".




El Tetragrámaton

Debido a que se ha utilizado predominantemente de manera escrita, por su grafía se lo denomina también tetragrámaton (del griego τετρα-γράμματον, tetra-grámmaton ‘cuatro letras’). En hebreo es usual también la expresión השם (haShem, ‘el nombre’)











Uso del Tetragrámaton


Esta forma de escritura apareció debido a que en algún momento surgió entre los Sacerdotes la idea de que seria inapropiado revelar el Nombre Divino (representado por el Tetragrámaton). No se sabe a ciencia cierta qué base hubo originalmente para dejar de pronunciar el nombre. Pero se consideran varias hipótesis, cada una con sus puntos a favor y en contra. Hay quien cree que esta escritura surgió de la enseñanza de que el nombre era tan sagrado que no lo debían pronunciar. Sin embargo, en las mismas Escrituras Hebreas no se describe que ninguno de los siervos de Dios tuviese reparos en pronunciar su nombre. Los documentos hebreos no bíblicos, como, por ejemplo, las llamadas Cartas de Lakís, muestran que en Judá el nombre se usaba en la correspondencia durante la última parte del siglo VII a. C.
Esta forma de escritura apareció debido a que se habría pretendido evitar que los pueblos no judíos conocieran el nombre y lo usaran mal. Sin embargo, en los mismos escritos bíblicos se aprecia el deseo de Dios que haría que ‘su nombre fuera declarado en toda la tierra’ (Éx 9:16; compárese con 1 Cr 16:23-24; Sal 113:3; Mal 1:11, 14), para que incluso sus adversarios lo conocieran. (Isa 64:2).
Sin embargo, cualquiera que hubiese sido el propósito de tal creencia, lo cierto es que éste dejó de pronunciarse a tal grado que hoy se desconoce por completo la vocalización de esta escritura; esto, a su vez, fue una de las causas que han originado las discusiones sobre las variaciones existentes en su pronunciación.
Tal como no se sabe con seguridad la razón o razones originales por las que dejó de usarse el nombre divino, de la misma manera hay mucha incertidumbre en cuanto a cuándo se arraigó realmente esta costumbre. Algunos alegan que empezó después del exilio en Babilonia. Fue en esta ciudad donde se empezaron a originar varias clases de religiones y creencias después de su éxito.


Según el profesor Gérard Gertoux se puede notar un cambio de actitud en algunos escritos de la era exílica y postexílica, explica que tanto Daniel , Esdras y Nehemías usaron el Tetragrámaton cuando hablaban con judíos, y sustitutos cuando lo hacían con paganos (compárese Daniel 1:2 9:2-20 con Daniel 2:28,29,37,44 y Es. 3:10,11 8:28,29; con Es.5:17 Ne 4:14 8:9 con Ne 2:4,20). Dice también que el libro de Ester no contiene el Tetragrámaton pero el de Malaquías sí porque fue escrito para los Judíos.
Sin embargo, esta teoría que se basa en una supuesta disminución del uso del nombre en la última parte de las Escrituras Hebreas, no tiene tanta solidez a la luz de los hechos. Por ejemplo: Esdras 1:2 nos muestra que Ciro, un rey pagano usó el Tetragrámaton en una carta oficial, lo que muestra que no era desconocido, en el período postexílico por los no judíos. Si bien es cierto que en el libro de Ester no aparece el Tetragrámaton, en el capítulo 1:20, hay lo que algunos han llamado "un acróstico invertido del tetragrama". Malaquías, uno de los últimos libros de las Escrituras Hebreas —escrito en la última mitad del siglo V a. E.C.—, da gran importancia al Nombre divino.
Muchas obras de consulta dicen que el nombre dejó de emplearse alrededor del año 300 a. C. Se cita como prueba la supuesta ausencia del Tetragrámaton (o una transliteración de éste) en la Septuaginta, traducción griega de las Escrituras Hebreas que se inició alrededor de 280 a. E.C. Es cierto que los manuscritos más completos de la Septuaginta que se conocen en la actualidad sustituyen sistemáticamente el Tetragrámaton por las palabras griegas Ký·ri·os (Señor) o The·ós (Dios), pero estos manuscritos importantes solo se remontan hasta los siglos IV y V d. C. Hace poco se han descubierto fragmentos de manuscritos más antiguos que prueban que en las copias más antiguas de la Septuaginta aparecía el Nombre divino.
Por tanto, al menos por escrito, no hay prueba sólida de que el nombre divino hubiera desaparecido o caído en desuso antes de nuestra era. Es en el siglo I E.C. cuando se empieza a observar cierta actitud supersticiosa hacia el nombre de Dios. Cuando Josefo, historiador judío perteneciente a una familia sacerdotal, relata la revelación de Dios a Moisés en el lugar de la zarza ardiente, dice:
“Dios entonces le dijo su santo nombre, que nunca había sido comunicado a ningún hombre; por lo tanto no sería leal por mi parte que dijera nada más al respecto”.
(Antigüedades Judías, libro II, cap. XII, sec. 4.)
Sin embargo, las palabras de Josefo, además de ser inexactas en lo que tiene que ver con que se desconociera el nombre divino antes de Moisés, son vagas y no revelan con claridad cuál era la actitud común en el siglo I en cuanto a la pronunciación o uso del nombre divino.
La Mishná judía, una colección de enseñanzas y tradiciones rabínicas, es algo más explícita. Su compilación se atribuye al rabino Yehudá ha-Nasí (Judá el Príncipe), que vivió en los siglo II a. C. y Siglo III E.C. Parte del contenido de la Mishná se relaciona claramente con las circunstancias anteriores a la destrucción de Jerusalén y su templo en 70 d. C. No obstante, un docto dice sobre la Mishná:
“Es extremadamente difícil decidir qué valor histórico debe atribuirse a las tradiciones de la Mishná. El tiempo que puede haber oscurecido o distorsionado los recuerdos de épocas tan dispares; los levantamientos, cambios y confusiones políticas que ocasionaron dos rebeliones y dos conquistas romanas; las normas de los fariseos (cuyas opiniones registra la Mishná), distintas de las de los saduceos [...]. Todos estos son factores que deben sopesarse a la hora de valorar la naturaleza de las afirmaciones de la Mishná. Además, mucho del contenido de la Mishná persigue como único fin el diálogo académico, al parecer sin pretensión de ubicarlo históricamente”.
(The Mishnah, traducción al inglés de H. Danby, Londres, 1954, págs. XIV, XV.)
Algunas de las tradiciones de la Mishná sobre la pronunciación del nombre divino son:
La Mishná dice con relación al día de la Expiación Anual:
“Los sacerdotes y pueblo estaban en el atrio y cuando oían el Nombre que pronunciaba claramente el Sumo Sacerdote, se arrodillaban, se postraban con el rostro en tierra y decían: ‘Bendito el Nombre de la gloria de su Reino por siempre jamás’”
(Yoma 6:2)
.
No obstante, a pesar de estos puntos de vista negativos, en la primera parte de la Mishná también se halla la declaración positiva de que una persona podía “saludar a su prójimo con el nombre de Dios”, y se cita el ejemplo de Boaz. (Rut 2:4; Berajot 9:5.)
Sin exagerar su importancia, estos puntos de vista tradicionales tal vez indiquen una tendencia supersticiosa a evitar el uso del nombre divino ya antes de la destrucción del templo de Jerusalén en 70 d. C. De todos modos, se dice de modo explícito que eran principalmente los sacerdotes quienes usaban un nombre sustitutivo para el nombre divino, y eso sólo en las provincias. Por otra parte, como hemos visto, es discutible el valor histórico de las tradiciones de la Mishná.
Por lo tanto, no hay ninguna base sólida para asignar al desarrollo de este punto de vista supersticioso una fecha anterior a los siglos I y II E.C. Además las escrituras del Nuevo Testamento muestran que Jesús utilizó y pronunció el Tetagramatón (San Juan 17:6,26); un ejemplo de ello es cuando entró en la sinagoga de Nazaret y leyó del libro de Isaías (San Lucas 4:16-19). Sin embargo, con el tiempo, el lector judío empezó a utilizar los términos ’Adho·nái (Señor) o ’Elo·hím (Dios) en sustitución del Nombre divino representado por el Tetragrámaton, y así evitaba pronunciarlo cuando leía las Escrituras hebreas en el lenguaje original. Así debió ocurrir, pues cuando empezaron a usarse los puntos vocálicos en la segunda mitad del I milenio E.C., los copistas judíos insertaron en el Tetragrámaton los puntos vocálicos de ’Adho·nái o de ’Elo·hím, seguramente para advertir al lector de que pronunciara esas palabras en lugar del nombre divino. Por supuesto, en las copias posteriores de la Septuaginta griega de las Escrituras Hebreas, el Tetragrámaton se hallaba completamente reemplazado por Ký·ri·os y The·ós.
Las traducciones a otros idiomas, como la Vulgata latina, siguieron el ejemplo de las copias posteriores de la Septuaginta. Por esta razón, la versión Scío San Miguel, basada en la Vulgata, no contiene el Nombre divino, aunque sí lo menciona en sus notas. Otro tanto ocurre con la versión Torres Amat (excepto en unas pocas ocasiones que sí aparece), mientras que La Biblia de las Américas emplea SEÑOR o DIOS para representar el Tetragrámaton en las Escrituras Hebreas cada vez que aparece, lo mismo se puede decir de La Nueva Versión Internacional.


                             El documento de la figura es una carta procedente de Tell ed Duweir,Lakís; contiene seis líneas de texto y la lectura de las cinco primeras es como sigue: ['l 'dny y'ws ysm yhwh 't 'dny sm't sl m 't kym 't kym my 'bd k klb ky zkr 'dny 't (')bdh y'(ob,)kr yhwh 't] A mi señor Yaosh: Que YHWH sea propicio a mi señor sobre las nuevas de paz en este mismo día, en este mismo día. Y tu siervo, un perro, porqué mi señor se acuerda de su siervo? Que YHWH entristezca...






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