lunes, 7 de enero de 2013

El Rey Salomon


Salomón......,el sabio entre los sabios,el hijo de David, es un personaje descrito en la Biblia como el tercer y último rey del Israel unificado (incluyendo el reino de Judá). Es célebre por su sabiduría, riqueza y poder, pues La Biblia’ ‘lo considera el hombre más sabio que existió en la Tierra. Logró reinar cuarenta años y su reinado quedaría situado entre los años 970 a.C. y el 930 a.C. aproximadamente. Construyó el Templo de Jerusalén, y se le atribuye la autoría del Libro de Eclesiastés, libro de los Proverbios y Cantar de los Cantares, todos estos libros recogidos en la Biblia. Es el protagonista de muchas leyendas posteriores, como que fue uno de los maestros de la Cábala. En el Tanaj (libro hebreo, a una versión del cual los cristianos llaman Antiguo Testamento) también se le llama Jedidías. En la Biblia se dice del rey Salomón que heredó un considerable imperio conquistado por su padre el rey David, que se extendía desde el Valle Torrencial, en la frontera con Egipto, hasta el río Éufrates, en Mesopotamia. Tenía una gran riqueza y sabiduría y administró su reino a través de un sistema de 12 distritos. Poseyó un gran harén, el cual incluía a «la hija del faraón». Honró a otros dioses en su vejez y consagró su reinado a grandes proyectos de construcción. La Biblia dice del rey Salomón que era «el más sabio de los hombres», que podía pronunciar un discurso sobre la biodiversidad de todas las plantas, «desde los cedros del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros, y animales, y pájaros, y cosas que se arrastran, y peces».

                                                    Templo de Salomon


Según el Éxodo,  Dios ordenó a Moisés que construyera un Arca. Las instrucciones que Moisés recibió fueron: “Mira bien y hazlo fabricar según el diseño que se te ha propuesto en el monte”. El Zohar, obra principal de la Cabala, dedica al Arca de la Alianza casi cincuenta páginas, y ha consignado hasta los más mínimos detalles que pasaron inadvertidos a los ojos de otros narradores. A primera vista podrá sorprender que el Zohar hable del Arca de la Alianza bajo el epígrafe de «El Antepasado de los Días». Pero es evidente que la descripción cuadra con el Arca. En el Zohar se dice que Moisés recibió de Yahveh, el Dios de Israel, instrucciones para la construcción de una caja según especificaciones exactamente detalladas, y con destino al «Antepasado de los Días». El recipiente debía acompañarle con el misterioso «Antepasado» en la travesía del desierto. Aunque sabemos que el Arca existió, hay dudas sobre su verdadero tamaño y se discute su finalidad.  Una de las primeras cosas que hizo el Rey David, padre de Salomón,  fue trasladar el Arca de la Alianza desde su última ubicación temporal hasta la capital, como preparativo para su emplazamiento en una Casa de Yahveh que David planeaba erigir. Pero ese honor, según le dijo el profeta Natán, no sería suyo debido a la sangre derramada por sus manos en las guerras y en sus conflictos personales. Este honor, se le dijo, sería para su hijo Salomón. Todo lo que se le permitió hacer mientras tanto fue erigir un altar, cuyo lugar exacto se lo mostró a David un «Ángel de Yahveh, de pie entre el Cielo y la Tierra», que señalaba el lugar con una espada. También se le mostró un Tavnit, un modelo a escala del futuro templo, y se le dieron detalladas instrucciones arquitectónicas, que, llegado el momento, David transmitió a Salomón en una ceremonia pública, diciendo: “Todo esto, escrito por Su mano, me hizo comprender Yahveh, de todas las obras del Tavnit”.

En la Biblia se dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza“.  Con respecto a imagen y semejanza,  Maimónides, en su obra “Guía de los Descarriados“, distingue dos conceptos: tzélem (forma) y demut (semejanza), de tóar (aspecto) y tavnit (configuración).  Tóar y tavnit expresan la figura material, mientras que tzélem y demut la forma espiritual.  La Tora (Instrucción), al indicar tzélem y demut define el espíritu y nos confronta con uno de los principios básicos del Hebraismo. No es posible elevarse a Elohim por medio de la materia, tóar y tavnit, (Isaías XLIV) y sí por medio del espíritu, tzélem y demut. En el cuarto año de su reinado (480 años después del comienzo del Éxodo, según la Biblia), Salomón comenzó la construcción del Templo, «sobre el Monte Moriah, como se le había mostrado a su padre, David». Mientras se traían maderas de los cedros del Líbano, se importaba el oro más puro de Ofir y se extraía y se fundía el cobre para los lavabos, había que erigir la estructura con «piedras talladas y cinceladas, grandes y costosas piedras».Los sillares de piedra tuvieron que prepararse y tallarse según el tamaño y la forma deseados, pero  en otra parte, ya que la construcción estaba sujeta a una estricta prohibición contra el uso de cualquier herramienta de hierro en el Templo. Así, los bloques de piedra tuvieron que ser transportados y ubicados en el lugar sólo para su montaje. «Y la Casa, cuando estaba en construcción, se hizo de piedra, lista ya antes de ser llevada hasta allí; de modo que no hubo martillo ni sierra, ni ninguna herramienta de hierro en la Casa mientras se estuvo construyendo».





Ofir (hebreo estándar Ofir, hebreo de Tiberíades Ôp̄îr) es un puerto o región mencionada en la Biblia que fue famosa por su riqueza. Se cree que el rey Salomón recibía cada tres años un cargamento de oro, plata, sándalo, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales de Ofir. Estudiosos de la Biblia, arqueólogos y otras muchas personas han intentado determinar la localización exacta de Ofir. Muchos estudiosos modernos sostienen que podía haber estado en el suroeste de Arabia, en la región del actual Yemen. Ésta es también la posible localización de Sheba. Otra posibilidad es la costa africana del Mar Rojo, ya que el nombre puede ser derivado de la etnia Afar de Etiopía. Otros posibles localizaciones varían enormemente. El Easton’s Bible Dictionary (1897) menciona la conexión a «Sofir», el nombre copto para la India, y también una posible conexión a Abhira, en la desembocadura del río Indo. Flavio Josefo lo conectó con Cophen, un río indio, a veces asociado a una parte de Afganistán.



Llevó siete años finalizar la construcción del Templo y equiparlo con todos los utensilios del ritual. Después, en la siguiente celebración del Año Nuevo («en el séptimo mes»), el rey, los sacerdotes y todo el pueblo presenciaron el traslado del Arca de la Alianza hasta su lugar permanente, en el Santo de los Santos del Templo. “No había nada en el Arca, salvo las dos tablillas de piedra que Moisés había puesto en su interior en el Monte Sinaí”. En cuanto el Arca estuvo en su lugar, bajo los querubines alados, «una nube llenó la Casa de Yahveh», obligando a los sacerdotes a salir apresuradamente. Después, Salomón, de pie ante el altar que había en el patio, oró a Dios «que mora en el cielo» para que viniera y residiera en esta Casa. Fue más tarde, por la noche, cuando Yahveh se le apareció a Salomón en un sueño y le prometió una presencia divina: «Mis ojos y mi corazón estarán en ella para siempre». El Templo se dividió en tres partes, a las cuales se entraba mediante un gran pórtico flanqueado por dos pilares especialmente diseñados. La parte frontal recibió el nombre de Ulam («Vestíbulo»); la parte más grande, la del medio, era el Ekhal, término hebreo que proviene del Sumerio E.GAL («Gran Morada»). Separada de ésta mediante una pantalla, estaba la parte más profunda, el Santo de los Santos. Se le llamó Dvir, literalmente: “El Orador”, pues guardaba el Arca de la Alianza con los dos querubines sobre ella, de entre los cuales Dios le hablaba a Moisés durante el Éxodo. El gran altar estaba en el patio, no dentro del Templo. Los datos y las referencias bíblicas, las tradiciones antiguas y las evidencias arqueológicas no dejan lugar a dudas de que el Templo que construyó Salomón (el Primer Templo) se levantaba sobre la gran plataforma de piedra que todavía corona el Monte Moriah (también conocido como el Monte Santo, Monte del Señor o Monte del Templo).





Dadas las dimensiones del Templo y el tamaño de la plataforma, existe un acuerdo general sobre dónde se levantaba el Templo, y sobre el hecho de que el Arca de la Alianza, dentro del Santo de los Santos, estaba emplazada sobre un afloramiento rocoso, una Roca Sagrada que, según firmes tradiciones, era la roca sobre la que Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac. En las escrituras judías, la roca recibió el nombre de Even Sheti’yah, «Piedra de Fundación», pues fue a partir de esa piedra que «todo el mundo se tejió». El profeta Ezequiel la identificó como el Ombligo de la Tierra. Esta tradición estaba tan arraigada, que los artistas cristianos de la Edad Media representaron el lugar como el Ombligo de la Tierra y siguieron haciéndolo así aún después del descubrimiento de América. El Templo que construyera Salomón (el Primer Templo) lo destruyó el rey babilonio Nabucodonosor en 576 a.C, y lo reconstruyeron los exiliados judíos a su regreso de Babilonia, 70 años después.

El profeta Samuel, que también fue juez, y que, como tal, debía ser un buen observador, escribió: “Ahora, pues, manos a la obra: haced un carro nuevo, y uncid al carro dos vacas recién paridas, que no hayan traído yugo… Tomaréis después el Arca del Señor y la pondréis en el carro; colocando a su lado en un cofrecillo las figuras de oro que le consagrasteis por el pecado”. Y Samuel incluso nos habla de otro carro utilizado para el transporte: “Y pusieron el Arca de Dios en un carro nuevo, sacándola de la casa de Abinadab, que habitaba en una colina; siendo Oza y Ahio, hijos de Abinadab, los que iban guiando el carro nuevo… Y a cada seis pasos que andaban los que llevaban el Arca del Señor…”. Pese al empleo de uno o varios carros y la tracción a cargo de dos vacas fuertes, el peso muerto no debió ser superior en ningún caso a unos trescientos kilos, aproximadamente, pues a veces el Arca es transportada y trasladada por los levitas, sacerdotes a cargo de los santuarios de Yahveh: “Y a cada seis pasos que andaban los que llevaban el Arca del Señor, inmolaban un buey y un carnero”. Pero, ¿qué era lo que transportaron a través del desierto los judíos, entre grandes trabajos y durante cuarenta años? Si tantas molestias les causaba, ¿por qué no podían desprenderse de ese objeto?  Lazarus Bendavid (1762-1832), filósofo y matemático de Berlín, que dirigió la Academia libre judía, fue un «judío ilustrado y conocido filósofo», que consiguió demostrar que «el Arca de la Alianza de los tiempos mosaicos debió contener un grupo bastante completo de instrumentos eléctricos, cuyas influencias se hacían sentir en el exterior». Lazarus Bendavid no sólo fue un hombre sabio, sino que además se adelantó con mucho a su época. Sabía que el acceso al Arca de la Alianza estaba rigurosamente limitado a un círculo muy restringido de personas, y que ni siquiera los Sumos Sacerdotes podían acercarse al Arca todos los días, sin peligro de sufrir un terrible accidente.




Dice Bendavid: «La visita al Santo de los Santos, según testimonio de los talmudistas, iba siempre unida a un peligro mortal; los Sumos Sacerdotes se le acercaban siempre con cierto temor, y se juzgaban afortunados si conseguían alejarse de nuevo sin que les hubiese acaecido nada malo». Después de una guerra contra los israelitas, a los que vencieron, los filisteos, tribu hebrea de procedencia occidental, confiscaron el Arca del Señor. Habían observado que los israelitas concedían mucha importancia al misterioso artefacto y esperaban sacar beneficio de su posesión. Pero los filisteos no supieron qué hacer con él. En todo caso, tardaron poco en darse cuenta de que todas las personas que se acercaban al Arca enfermaban o morían. Entonces empezaron a trasladar su botín de un lugar a otro, pero en todas partes ocurrió lo mismo: los curiosos que se aproximaban demasiado enfermaban con tumores y caída del cabello. Muchos padecían grandes vómitos, y algunos murieron de una muerte horrible.  Los filisteos fueron un pueblo de la Antigüedad, del cual existen testimonios en diferentes fuentes textuales (asirias, hebreas, egipcias) o arqueológicas. Ellos se mencionan en la genealogía de las naciones, donde juntamente con Caftorín, fueron descendientes de Mesraín. Se hacen conjeturas que con bastante probabilidad habían venido de Creta, algunas veces identificada con Caftor y que no dejaban de ser gente más bien “pirata“. Los filisteos aparecen en fuentes egipcias donde son presentados como los enemigos de Egipto venidos del norte, mezclados con otras poblaciones hostiles conocidas colectivamente por los antiguos egipcios bajo el nombre de Pueblos del Mar. Tras su enfrentamiento con los egipcios, los filisteos se establecieron en la costa suroeste de Canaán, es decir, en la región central de la actual Franja de Gaza. En contextos posteriores, este territorio sería denominado Filistea en época romana, antes denominado Judea Samaria. Sus ciudades dominaron la región hasta la conquista asiria por Tiglatpileser III en el año 732 a. C.. Seguidamente, fueron sometidos a los imperios regionales y parecen haber sido asimilados progresivamente. Las últimas menciones a los filisteos datan del siglo II a. C., en la Biblia.

Y aquí nos extenderemos en los misteriosos Pueblos del Mar, que  son la imagen más viva de la terrible hecatombe que asoló Grecia, Asia Menor y Egipto en una incontenible oleada de destrucción sin parangón en la toda la Historia. Antes de iniciarse la guerra de Troya, el mundo civilizado vivía un equilibrio de poderes perfectamente asentados. Grecia estaba dominada por los micénicos, Egipto era un estado fuerte y poderoso, Troya dominaba la costa occidental turca y los hititas el resto de la península turca y Siria. Pero a finales del siglo XIII, todo ese equilibrio de poderes se vino abajo por causas aún no aclaradas. Los griegos micénicos que habían destruido Troya fueron aplastados por una oleada invasora que borró todo resto de su civilización. Los fantásticos palacios fortificados micénicos como Tirinto o Micenas fueron asaltados y destruidos, la población se dispersó, los campos se abandonaron, la zona se despobló e incluso la escritura se perdió. Sólo la ciudadela micénica de Atenas, encaramada en lo alto de la Acrópolis resistió la destrucción. Todo lo demás fue destruido. Grecia se sumió en una Edad Oscura que habría de durar más de 400 años. En esa misma época, todo el Asia menor fue literalmente arrasado. Ugarit en Siria, Tarso en el sur de la costa turca, uno a uno todos los enclaves civilizados fueron destruido. Egipto fue invadido y a duras penas consiguió rechazar a los asaltantes a un altísimo coste del que ya nunca más se recuperaría. El poderoso imperio Hitita también fue arrasado. Su capital, Hattusa, con sus soberbias fortificaciones que causaban asombro en el mundo entero fue destruida y arrasada hasta los cimientos. Jamás la Historia había visto ni verá tal hecatombe que hizo retroceder siglos el curso de la Historia, condenando a florecientes civilizaciones a volver a la Edad de Piedra.



¿Quién hizo esto? ¿Quién fue el responsable de tal hecatombe? Este es, precisamente, uno de los mayores enigmas de la Historia.Pero esta,es otra historia.....

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las criticas y los comentarios son siempre bien recibidas,mas aun,son necesarias.El historiador es como un profeta,pero al reves,ambos son humanos y factibles de errores entonces,son los lectores los indicados para marcarlos y obligar al redactor a recuperar el buen camino en la investigacion.